miércoles, 23 de enero de 2008

A Diabolo deceptae, presentación

En este blog inquisitorial trataremos, en lo humanamente posible, de dar cabida y denunciar a cuantos proyectos demoníacos y terroríficos tengamos a bien considerar como relevantes o meritorios del octavo círculo del infierno dantesco.

En nuestro recorrido por lo obsceno y lo abyecto, por el pecado en definitiva, daremos buena cuenta del cine —oh, invento demoníaco donde los haya—, la literatura —aquellos libelos que nunca debieron ser editados ni impresos, que la ira divina y sus cuatro jinetes caigan sobre las cuatro tintas—, la pintura y toda representación artística de la índole que fuere que se aparte de los cánones eclesiásticos de la luz y se deje llevar por la pestífera influencia del maligno.

Yo, Bernardo Gui, inquisidor a la sazón, seré vuestro cicerone en esta empresa de desentrañar cuanto hay de terrorífico y demoníaco en el arte, en esta arqueología del mal, en este discernir entre aquellos que forman parte del rebaño divino y aquellos que han sido seducidos por Luzbel, engañados por el Diablo, a Diabolo deceptae.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi señor Inquisidor, contad con mi apoyo y ayuda para tamaña gesta. Nuestro Señor nos ha enviado esta dolorosa prueba de fé y deberemos combatir a todos estos demonios, diablos, trasgos, hechiceros, endriagos y bestias pardas con la ayuda del Arcangel San Miguel y su flamígera espada. Solo cuento con mi baston de nudoso roble, un bendito ejemplar de la Vulgata (que pude agenciarme 'divina vía' en un hostal de Novara hace dos inviernos) y mi fé inquebrantable. Dadme, dadme, a esos feroces demonios, que recibirán su justo castigo y su no menor indulgencia a través de la Gloria divina.
'Pestum diabolis non potem vindicare Terram'
Dalmirvs Ovinia Granatensis
Predicador Benedictino

Bernardo Gui dijo...

Estimado Benedictino:

A fe mía que con su ayuda y el denuedo mutuo no habrá oveja descarriada que no regrese al redil de donde nunca debió salir. La seducción que otrora desvió esas almas en pena hacia el abismo seductor del Maligno bajo la apariencia de película terrorífica, óleo sobre lienzo o caracteres latinos impresos sobre pliegos encuadernados, se tornará, con nuestra colaboración, en luz celestial divisada al final de un sombrío túnel.
Las fuerzas me han abandonado estos meses, incapaz de hacer frente a este proyecto de tamaña magnitud, sobre todo tras practicar aquel exorcismo en Dos Hermanas, Sevilla. Me quedé sin un hálito de fuerzas. Pero esta vuestra misiva, amigo mío, me ha devuelto la esperanza y la energía necesarias para desempeñar nuestra tarea.

Vaya con Dios, su paternidad, y mantengamos el contacto con el fin de comenzar nuestra singladura en contra del Maligno..

Mecacholo dijo...

Reverenciado e Ilustrísimo Bernardo:

Me postro ante su persona, sabedor de los abyecto de mi mortal condición, para pedirle consejo ante mi incierto deambular por la vida.

Yo, años ha, era ferviente seguidor de las Enseñanzas de Nuestro Señor, impenitente practicante y piadoso cristiano. Pero, sin duda, influido por las innumerables artimañas del Maligno, opté por atesorar, a modo de inocente colección, diferentes denominaciones del mismo, llegando a la sagrada cifra de 33. Ese fue el primer paso que me llevó al abismo de la descreencia, el rechazo visceral de la Santa Madre Iglesia y, me avergüenza el confesarlo, la apostasía. Por suerte, la labor que desempeñáis, tanto su Ilustrísima como otros muchos piadosos cristianos a través de los medios de comunicación, han conseguido que vuelva a ver la luz y me arrepienta de los errores pasados, sin duda consecuencia inevitable (en mi caso) de la debilidad de carácter y los efluvios hormonales de la adolescencia. Por ello le ruego, conocedor de lo atrevido de mis súplicas, me sepáis guiar por el camino de vuelta a la Redención. Estoy dispuesto a todo, pues sé que toda penitencia será insuficiente para paliar de algún modo mi ofensa al que murió en la Cruz.

Besa sus pies este inmundo gusano.

Bernardo Gui dijo...

No se preocupe, alma descarriada, que con la ayuda de Dios podremos devolverle a la buena senda y dejar por siempre esa vida de pecado en la que se haya inmerso.
Lo primero que ha de hacer es flagelarse sin freno. Ya verá como el dolor corporal y la sangre propia derramada ayudan a ver con más claridad la vida de uno. No tema por su integridad física. En el caso de que realmente su vida corra peligro, ya hará bajar Dios, complacido por su sacrificio, un ángel que le conmine a abandonar esta práctica, como ya hizo con Isaac.
Ante la eventualidad de que la autoflagelación no satisfaga a Dios nuestro Señor, le sugeriría, dado su historial pecaminoso, que optáramos por un exorcismo. Siempre llevo encime mi Rituale romanum, así que en cualquier momento le hago un hueco. Solo le pediría una cosa: a los exorcismos se me viene en ayunas, como a las operaciones del cuerpo, pues ésta es una intervención quirúrgica del alma. Que luego pasa lo que pasa...
Si todo esto fallara, quizá lo más apropiado sería celebrar un Auto de fe. ¿Vive usted en una localidad con una hermosa y espaciosa plaza? Podríamos celebrar unos cuantos juicios sumarísimos y matar en la hoguera a unos cuantos herejes de la zona, que siempre los hay, no nos llevemos a engaño ni nos rasguemos las vestiduras. Siempre los hay. El Maligno siempre acecha para importunar al rebaño celestial. Y, digo yo, habrá que separar cuanto antes la fruta estropeada del resto, antes de que se eche a perder toda la cosecha. En esto consiste mi trabajo aquí en el mundo de los mortales. En separar esa fruta podrida y aplastarla con toda la ira de Dios.
Así que, estimado hereje, no lo dude: necesita nuestra ayuda. La Santísima Inquisición es su única salida.

Afectuosamente:
Bernardo Gui.

PD: si tiene algún amigo o vecino o familiar que pueda haber pasado por las mismas experiencias que ha relatado usted, por favor, no dude en comunicárnoslo. Estaremos encantados de ayudarles a todos. Y le aseguro que no hay mejor aroma que el olor a carne quemada limpia de todo pecado.

Mecacholo dijo...

No dudo de la eficacia de sus métodos, sabiamente contrastados por el devenir de los siglos de pesados trabajos en pos de la purificación de las fétidas almas de los mortales. Sin embargo, en lo tocante a la metodología, hay ciertos aspectos que no me quedan del todo claros. Así, en lo que a exorcismos respecta, eso de que "en cualquier momento le hago un hueco", me produce cierta preocupación, pues no me queda claro si el hueco es temporal, en su (a buen seguro) saturada agenda, o bien es físico, en mi (a buen seguro) pecaminoso cuerpo.

Sea como fuere, a pesar de ser el miedo un aspecto más de mi agusanado carácter, me pongo en manos del Altísimo y de su Ilustrísima para hacer de mi, si es que aún es posible, un piadoso cristiano.

No obstante, no quisiera yo, con mis minucias, distraerle de más elevadas tareas que tenga encomendadas. Sabedor como soy de sus elevadas metas de purificar los numerosos medios de propagación de la peste de la ignominia, aguardaré con paciencia el divino momento en que usted opte por ceder su atención a este pobre mortal, que ya sufre en su terrible pecado una mínima parte de la penitencia que merece.

Doy gracias mil al Creador por la atención de su Ilustrísima hacia mi insignificante caso, y me apresto a seguir con sus sapientísimos consejos metodológicos desde un principio.

Suyo,

El Hereje.

Bernardo Gui dijo...

Pues mire usted, que pensando pensando la mejor manera de enfocar este asunto, creo determinar que el modus operandi para que usted se reconforte y entre de nuevo en el seno de la Iglesia sería realizar un grandioso Auto de fe como a la antigua usanza. Con sus torturas, sus sanbenitos, sus grilletes, sus maderitas apiladas con buen gusto y orden, esas cuatro sogas con esos cuatro caballos que miran a los cuatro puntos cardinales, las parrillas, los verdugos... ¡Ah, qué recuerdos! ¡Me encanta el olor a carne pecadora quemada al amanecer!
Seguro que usted, en su maledicencia, conoce, allá donde viva, a más almas en pena que compartan con usted mismo sus tropelías y fechorías en contra de Dios y de la Iglesia. Por tanto, le invito a que me facilite sus nombres. A buen seguro que el Tribunal verá con buenos ojos semejante acto de contrición. ¡Quizá no podamos ya salvar su cuerpo! Pero no desespere. ¡Podemos salvar su alma!

Mecacholo dijo...

Sinceramente, no conozco a pecadores que hayan caído tan bajo como yo. Aunque sé de alguno que mereciera algún escarmiento...

¡Oh, pero qué estoy diciendo! ¿Ve, su Ilustrísima? Ya estoy pecando otra vez. No tengo remedio. El deseo de venganza me ha vuelto a cegar.

No aguantaré hasta el evento. Casi deseo continuar en el pecado para obtener los más dolorosos castigos en la tortura eterna de los Infiernos. Sé que un Auto de Fe sería una nadería comparado con lo que merezco, así que opto por continuar en el pecado para que el Santo Dios descargue toda su ira contra mi en el Juicio Final y, de esta forma, obtenga el escarmiento que realmente merezco.

Bernardo Gui dijo...

Me estremece oírle hablar así. Pese a mis años de experiencia como inquisidor, nunca antes me había topado con semejante ligereza demoníaca. Temo que no exista la salvación para su alma, pues para ello es preciso hacer gala de un profundo arrepentimiento. No sabe cuánto lamento encontrarme con casos semejantes al suyo. Todo está perdido. El mal ha triunfado. Una oveja negra que será menester sacrificar lo antes posible para que no perjudique al resto del rebaño.
Una comisión de la Santísima ha partido para prenderle. No perdemos la esperanza, pese a todo, de que en última instancia regrese de nuevo al seno de la Iglesia para morir en gracia con Dios.

Nata Hernández dijo...

¡A la hoguera con él! ¡Que sus cenizas abonen los campos de los piadosos!

Bernardo Gui dijo...

¡Escuchad los gritos del gentío piadoso y temeroso de Dios!

Mecacholo dijo...

Acceder ciegamente al castigo sería un acto de humildad y bondad por mi parte que paliaría, de algún modo, la ignominia de mi pecado. Creo que la única forma de pagar lo que realmente merezco es que la Ira de Dios caiga directamente sobre mi.

No dudo de la eficacia de sus métodos, Su Ilustrísima, pero en mi caso no hay temor comparable al temor a Dios. Y ello es lo que me lleva a concluir que sólo Él es capaz de infligirme el castigo que merezco.

Renuncio a la tortura corporal si ella me mitiga de alguna forma la Tortura Eterna tras la muerte. No quiero purificarme lo más mínimo para que, así, el escarnio sea proporcional a mis ofensas.

Quisiera que mi determinación no fuera ofensa para su elevada persona, ni se interpretara como desprecio hacia su honorable cometido. Pero comprenda usted que el sacrifico de mi cuerpo no constituiría satisfacción suficiente para lo por mi demandado.

Suyo y vil,

El Hereje Apestoso.

Monseñor Senovilla dijo...

Hermosa iniciativa la de esta bitácora. Y donde digo hermosa también quiero decir heroica. Y hermenéutica, ya que estamos. Aunque, volviendo al heroísmo: es ésta una palabra demasiado hermosa, o preciosa, como esas piedras tan caras de ver y, por lo tanto, tan preciadas. Espero, pues, que esta loable empresa se halle a la altura de la heroicidad que representa, y que no se quede en mera palabrería. Porque las palabras, aunque hermosas, también pueden ser hechiceras, y como tales se las puede llevar el viento, como cenizas en una hoguera, como herejes en un auto de Fe, como lágrimas en la lluvia.

Bernardo Gui dijo...

Estimado monseñor Senovilla: descuide usted, que en cuanto ajusticiemos a los herejes de este monasterio benedictino, y pongamos en orden algunas ideas y preceptos, acometeremos tan ardua tarea con todas la fuerza de nuestra Fe.
Un cordial saludo, monseñor.